miércoles, 30 de septiembre de 2009

Comisión Pontifica Ecclesia Dei responde

Comisión Pontificia Ecclesia Dei
responde a preguntas
sobre la aplicación del Motu Proprio
Summorum Pontificum en las Diócesis.





Copia del documento oficial

Información tomada del blog Secretum meum mihi .
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El presente documento de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, precisa cual DEBE ser la postura de las Diócesis, para aplicar el Motu Proprio Summorum Pontificum que libera la Misa Tradicional conocida ahora como "forma extraordinaria del Rito romano".
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1. ¿Después de haber entrado en vigor el Motu Proprio Summorum Pontificum, es necesario el permiso del Obispo Diocesano para que algún sacerdote pueda celebrar la Misa Gregoriana?
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R.- El documento pontificio no prevé un permiso especial para que algún sacerdote celebre la santa Misa en la forma extraordinaria (art. 2).
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En efecto, para las misas llamadas sine populo (por razón de su solemnidad externa y no de la asistencia o no de fieles), antiguamente dichas “privadas” o “rezadas” (lectae), el celebrante, sea sacerdote secular o regular de rito latino, puede elegir libremente misal: el del beato Juan XXIII (usus antiquior) o el de Pablo VI (usus novior).
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Así pues, esta respuesta de la Comisión Pontifica Ecclesia Dei confirma que los obispos no tienen poder para impedir que algún sacerdote pueda libremente celebrar su misa rezada siguiendo el rito romano clásico. Cualquier medida en contrario sería un clarísimo abuso de poder.
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2. ¿Los fieles deben dominar la lengua latina para poder asistir a la Misa Gregoriana o bastaría apenas un folleto del misal en formato bilingüe (Latín-Portugués) para que puedan asistir a ella?
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R. A los fieles no se les obliga a tener vastos conocimientos de lengua latina, bastando un misal bilingüe o cualquier folleto.
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Perfectamente acorde con el espíritu de la encíclica Mediator Dei (1947) de Pío XII, en la cual se proponen varios modos de participación en el santo sacrificio, sea, principalmente, siguiendo las ceremonias en un misal manual (para rezar con las mismas plegarias de la Iglesia), sea “de otras maneras, que a algunos les resultan fáciles, como por ejemplo, meditando piadosamente los misterios de Jesucristo o realizando ejercicios de piedad y rezando otras oraciones, que, aunque diferentes en la forma de los sagrados ritos, corresponden a ellos por su naturaleza” (n. 133).
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Pretender que se ha de ser latinista para asistir a la misa en rito romano clásico es cartesianismo puro, de acuerdo con el cual la sagrada liturgia sólo sería fructuosa si comprendida clara y distintamente, lo cual choca frontalmente con la tradición y práctica plurisecular no sólo de la Iglesia de ámbito latino, sino de las Iglesias orientales, en las cuales la lengua litúrgica es una lengua ininteligible para el pueblo y la acción sagrada se hurta en gran parte a sus ojos y oídos. Para asistir a la misa provechosamente basta saber que en ella se realiza el mismo sacrificio del Calvario y tener una disposición devota, uniéndose espiritualmente a cuanto realiza el sacerdote en el altar.
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Por otra parte, el argumento del conocimiento imprescindible del latín valdría igual para el rito de Pablo VI cuando se celebra en esa lengua, lo cual despoblaría las misas papales, por ejemplo.
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3. ¿Un grupo pequeño de fieles (por ejemplo: 8 personas), aunque sea estable, es insuficiente para que sea celebrada la Misa en la Forma Extraordinaria?
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R. El número de fieles del grupo estable depende mucho de las circunstancias locales, las cuales mostrarán si un sacerdote pueda o quiera, a pesar de sus encargos pastorales, ocuparse de un grupo relativamente pequeño.
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Esta respuesta acaba con la abusiva fijación de un número determinado –y relativamente elevado– de fieles para constituir un “grupo estable” (qui continenter exsistit). Es claro que el Papa en el motu proprio Summorum Pontificum ha querido asegurar que la celebración de la misa en rito romano extraordinario no dependa del capricho de personas simplemente diletantes o curiosas, sino de un compromiso serio de gente que ama la liturgia. En este sentido, un grupo estable es una buena garantía, aunque esté conformado por cuatro, ocho, doce o cien personas.
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Muy bien se coloca en este documento la consideración de la estabilidad del grupo en las circunstancias locales, que naturalmente variarán según los casos. No se puede, por ejemplo, pretender que en España –donde no ha habido una gran corriente litúrgica tradicional– haya grupos tan numerosos y nutridos como los hay en el Reino Unido, en Francia o en Alemania, países con una fuerte tradición de reivindicación de la llamada “misa tridentina
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S.E. Monseñor Guido Pozzo actual Secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei.
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4. ¿El obispo Diocesano debe cooperar para que el pedido de la Misa Gregoriana hecho por un grupo estable de fieles se realice?
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R. El obispo diocesano debe estar de acuerdo con las directivas del documento pontificio (art 5 par 1; and CIC c. 392); otra cosa es verificar la efectiva factibilidad, de acuerdo con lo que prevé el Motu Proprio.
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El motu proprio reconoce al obispo el papel de “guía” del párroco a la hora de armonizar el bien de los fieles que quieren y piden la celebración regular y pública de la misa romana clásica y la atención pastoral ordinaria de la parroquia. Esta guía está ordenada a que, como dice el Derecho, se cumplan las leyes eclesiásticas y no se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica, especialmente en lo tocante a la celebración de los sacramentos y sacramentales y el culto a Dios y a los Santos. El obispo, pues, no puede constituirse en guía para impedir que se cumpla Summorum Pontificum (que es una ley eclesiástica) o para imponer abusivamente cortapisas a los legítimos derechos de los fieles.
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En cuanto a “la efectiva factibilidad” hay que entender que habrá casos en los que la aplicación del motu proprio de 2007 no sea viable de inmediato o de momento por falta de sacerdotes idóneos, es decir, bien dispuestos y con conocimientos suficientes como para celebrar según el usus antiquior del rito romano. Aquí, sin embargo, juega mucho el factor de buena voluntad, sea de parte del obispo, que del párroco y del grupo peticionario. No debería, en todo caso, el prelado cerrarse en banda, como ha sucedido en varios casos, con el pretexto de que no hay clero disponible. Si no lo hay, debería prepararlo, pues la liturgia romana, en propias palabras de Benedicto XVI, es un tesoro para toda la Iglesia que no debe perderse.
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5. ¿Los fieles que no forman parte del grupo estable podrán asistir a la Misa Gregoriana?
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R. Los fieles que no forman parte del “grupo estable” pueden, evidentemente, participar de la santa Misa en la forma extraordinaria.
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Si un fiel que lo pida espontáneamente puede sumarse a la celebración sine populo de cualquier sacerdote que siga el misal del beato Juan XXIII, a fortiori puede sumarse a una celebración pública y regular, aunque la haya pedido un grupo especial. La liturgia es un bien común de la Iglesia..
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6. ¿Podran realizarse matrimonios en la Forma Extraordinaria del Rito Romano?.
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R. Los matrimonios según la forma extraordinaria son posibles, de acuerdo con el párroco (art. 9, par. 1).
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Y no sólo el sacramento del matrimonio. El párroco puede celebrar también los del Bautismo, Penitencia y Extremaunción conforme al Rituale Romanum anterior a la reforma postconciliar. El obispo, por su parte, puede administrar el de la Confirmación. En ambos casos se ha de regirse por el criterio del bien de las almas.
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7. ¿Con la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum, el Papa Benedicto XVI desea que la Misa Gregoriana sea ampliamente ofrecida en las Diócesis?
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R. En cuanto a la aplicación amplia del documento pontificio en una diócesis, basta seguir las indicaciones del mismo documento.
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El motu proprio Summorum Pontificum contiene en sí mismo todas las disposiciones que, si se siguiesen religiosamente, permitirían una amplia difusión de la misa llamada gregoriana. Ya el cardenal Castrillón Hoyos dijo en junio de 2008 que el Santo Padre quería ofrecer este tesoro a toda la Iglesia y no sólo a los grupos directamente interesados y que esperaba que estuviera disponible en la mayor medida posible.
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El problema es cuando en las propias curias diocesanas se hace lo que se puede para poner cortapisas a la normativa querida y promulgada por el Papa. Si fuera por muchos párrocos y rectores de iglesias la misa romana clásica formaría ya parte de la vida normal de sus fieles, pero el temor de desagradar al Ordinario (con las previsibles consecuencias negativas que ello acarrearía) los frena a la hora de acoger benévolamente las peticiones correspondientes.
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8. ¿El Santo Padre desea que la enseñanza del Latín vuelva a hacer parte del currículo de los seminarios para que los futuros sacerdotes puedan celebrar Misas en la lengua latina?
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R. En cuanto a la enseñanza del latín en los seminarios, hay una regla siempre válida del actual Código de Derecho Canónico: Can. 249.- Institutionis sacerdotalis Ratione provideatur ut alumni non tantum accurate linguam patriam edoceantur, sed etiam linguam latinam bene calleant necnon congruam habeant cognitionem alienarum linguarum, quarum scientia ad eorum formationem aut ad ministerium pastorale exercendum necessaria vel utilis videatur (Ha de proveerse en el Plan de formación sacerdotal a que los alumnos, no sólo sean instruidos cuidadosamente en su lengua propia, sino a que dominen la lengua latina, y adquieran también aquel conocimiento conveniente de otros idiomas que resulte necesario o útil para su formación o para el ministerio pastoral).
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Este canon recoge las orientaciones certeras de los sucesivos Romanos Pontífices, especialmente del beato Juan XXIII en su Constitución apostólica Veterum Sapientia, así como del Concilio Vaticano II, que dice: “Antes de que los seminaristas emprendan los estudios propiamente eclesiásticos, deben poseer una formación humanística y científica semejante a la que necesitan los jóvenes de su nación para iniciar los estudios superiores, y deben, además adquirir tal conocimiento de la lengua latina que puedan entender y usar las fuentes de muchas ciencias y los documentos de la Iglesia. Téngase como obligatorio en cada rito el estudio de la lengua litúrgica y foméntese, cuanto más mejor, el conocimiento oportuno de las lenguas de la Sagrada Escritura y de la Tradición” (Optatam totius, 13).
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Es claro que en este campo, la hermenéutica de la ruptura ha hecho verdaderos estragos, pues no puede haber mayor discrepancia entre lo que dice el Concilio sobre el aprendizaje y el conocimiento del latín y la casi general ignorancia no sólo de sacerdotes, sino –lo que es peor– de obispos y hasta de cardenales (como se evidenció en el Sínodo de los Obispos de 1999), de esta lengua clásica, que es, además, la propia del rito romano y de los demás ritos latinos. Benedicto XVI desea, efectivamente, la recuperación del latín, a la cual ha exhortado al recibir a los participantes del Certamen Vaticanum organizado por la Fundación de la Santa Sede llamada precisamente Latinitas.
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9. ¿Los Obispos Diocesanos deben seguir las orientaciones de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei sobre la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum aunque el Nuncio Apostólico en el Brasil pueda, hipotéticamente, emitir opinión contraria?
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Dejada sin contestar, esta pregunta plantea la interesante cuestión de la colisión entre el criterio de los obispos diocesanos y de la Pontifica Comisión Ecclesia Dei. Sin embargo, las palabras con las que termina la carta de Monseñor Guido Pozzo, apuntan al “amor, respeto y obediencia” que se deben al Papa, suprema autoridad en la Iglesia. En este sentido recuerda que en todos las cuestiones que puedan surgir hay que atenerse al motu proprio Summorum Pontificum. Ahora bien, éste da a la Comisión Pontifica Ecclesia Dei que ejerce la autoridad de la Santa Sede (es decir, del Papa en última instancia) en este campo, la facultad de decidir sobre los casos que se le remitan por no haberlos podido resolver el párroco en primera instancia ni el obispo en segunda. En otras palabras, las orientaciones de la Comisión Pontifica Ecclesia Dei deberían ser recibidas y seguidas por los señores obispos diocesanos. El motu proprio no menciona ni a las conferencias episcopales ni a los nuncios apostólicos. La cuestión de la misa clásica no se considera a nivel de países o regiones sino de parroquias y diócesis.
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Comprobamos, pues, con agrado que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei sigue defendiendo el rito romano clásico como una de sus competencias.
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domingo, 27 de septiembre de 2009

EL PADRE PIO

El Santo Padre Pío de Pietrelcina
y la Reforma de la Misa.
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¿Qué pensaba el Padre Pío de la reforma de la misa? Es éste un dato que ha interesado e interesa tanto a defensores como a detractores de ésta porque siempre conviene tener como argumento a favor de la propia postura la opinión de un santo. Y qué duda cabe de que el estigmatizado capuchino es de los más populares e influyentes entre los católicos. La cuestión ha sido debatida aunque sin un resultado unánime. Cada quien pretende llevar agua a su molino y así se nos presenta, por un lado, a un Padre Pío enemigo del Novus Ordo, mientras, por otro, a un verdadero entusiasta de la reforma. No se ofrecen, sin embargo, pruebas incontestables ni por uno ni por otro lado.
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Para mejor dilucidar la cuestión conviene recordar las etapas de la reforma litúrgica postconciliar (en especial por lo que respecta al rito de la misa):
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4 de diciembre de 1963: Es promulgada la constitución Sacrosanctum Concilium sobre Sagrada Liturgia, primer documento emanado por el Concilio Vaticano II.
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25 de enero de 1964: El papa Pablo VI da su motu proprio Sacram Liturgiam, por el cual se dispone la entrada en vigor de algunas prescripciones de la constitución sobre Sagrada Liturgia. El ordinario de la misa no es, de momento, tocado.
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26 de septiembre de 1964: La Sagrada Congregación de Ritos y el Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia publican conjuntamente la instrucción Inter Oecumenici para la aplicación de la constitución Sacrosanctum Concilium. Primeras modificaciones del ordinario de la misa –con supresión del salmo Judica me y del último evangelio y adición de la oración común de los fieles– y de los tratados Ritus servandus in celebratione Missae y De deffectibus in celebratione Missae occurrentibus, contenidos en la edición típica del Misal Romano de 1962. Introducción de la lengua vernácula en algunas partes de la misa con asistencia de fieles.

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27 de enero de 1965: Aparición del llamado “Ordo de 1965”, que constituye el texto revisado del ordinario de la misa y de los tratados Ritus servandus in celebratione Missae y De deffectibus in celebratione Missae occurrentibus, contenidos en la edición típica del Misal Romano de 1962, en aplicación de la instrucción Inter Oecumenici.
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5 de marzo de 1967: Instrucción Musicam sacram de la Sagrada Congregación de Ritos, por la cual se introduce el canto en lengua vernácula en las acciones litúrgicas.
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4 de mayo de 1967: La Sagrada Congregación de Ritos y el Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia publican conjuntamente la instrucción Tres abhinc annos, segundo documento para la recta aplicación de la constitución Sacrosanctum Concilium. Se suprimen ciertos ósculos, signos de la cruz y genuglexiones, así como otros gestos de reverencia, y se introduce ampliamente la lengua vernácula (permitiéndose incluso en el canon para las misas con asistencia de fieles). A pesar de todo, el rito básico de la misa sigue siendo el de la edición típica del Misal Romano de 1962.
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24 de octubre de 1967: El P. Annibale Bugnini, secretario del Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia y secretario de la Comisión de Liturgia del Sínodo de los Obispos que tiene lugar en Roma, realiza en la Capilla Sixtina, delante de los padres sinodales, una “celebración-piloto” de la llamada missa normativa, confeccionada en el seno del Consilium y que es propuesto a aquéllos como la forma definitiva de la misa reformada según las prescripciones conciliares. A diferencia de los cambios de 1965 y de mayo de 1967, la missa normativa no es una modificación del rito tradicional contenido en el Misal Romano de 1962, sino un rito distinto. Sometida a votación, esta misa no recaba un consenso favorable general y retorna a las oficinas del Consilium.
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3 de abril de 1969: Pablo VI promulga la constitución apostólica Missale Romanum, por la cual introduce un nuevo rito de la misa (Novus Ordo Missae), el cual no es otro que la missa normativa apenas retocada.
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Con los datos que acabamos de consignar podemos seguir con seguridad el hilo de los acontecimientos relativos a la cuestión que nos ocupa. Hace décadas que corre la historia de que el Padre Pío “rechazó el Novus Ordo Missae”. El simple hecho de que el santo murió el 23 de septiembre de 1968, es decir, más de seis meses antes de la publicación del nuevo misal, desbarata la especie. El Padre Pío no pudo rechazar el Novus Ordo porque sencillamente no pudo conocerlo. Sin embargo, se aduce que, anticipándose a la reforma radical que se avecinaba, había solicitado al Papa una dispensa para poder seguir oficiando con el rito tradicional. De dicha dispensa habría sido portador el cardenal Antonio Bacci, a quien el Padre Pío habría encargado decir a Pablo VI: “por piedad, ponga rápidamente fin al Concilio”. Nuevamente el cotejo de fechas no cuadra. El cardenal Bacci visitó al Padre Pío en San Giovanni Rotondo el 1º de abril de 1964. Mal podría éste haber pedido a aquél entonces que le gestionara una dispensa para seguir empleando un rito que seguía vigente e intacto y podía celebrar con toda tranquilidad. Sólo en enero de 1965, o sea diez meses después de la visita cardenalicia, fue cuando comenzaron los cambios.
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La dispensa, sin embargo sí se pidió y se obtuvo, pero no hubo la intervención del cardenal Bacci. El 17 de febrero de 1965, fray Carmelo da San Giovanni in Galdo, guardián del convento de San Giovanni Rotondo, escribía a Roma, por encargo del Padre Pío, manifestando que éste “con 78 anni, tiene la vista debilitada y padece por la vida de trabajo que lleva y por los demás sufrimientos de todos conocidos”, por lo cual “ruega que la Santa Misa celebrada por él todas las madrugadas en hora inhabitual (alrededor de las 4:30), es decir dos horas antes de las misas fijadas que se suelen celebrar en nuestro santuario, se considere como misa privada y, como tal, exenta de las normas concernientes a la misa con participación de pueblo, quedando a salvo la adaptación a la uniformidad por lo que respecta a las demás ceremonias que han de observarse en las misas privadas” (Positio de la causa de beatificación, volumen III/1, pág. 753). El cardenal Ottaviani respondió positivamente el 20 de febrero de 1965 (como consta en misma Positio, ibid., pág. 754).
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¿En qué consistió, pues, la dispensa? La misa del Padre Pío, a pesar de lo intempestivo de la hora, era concurridísima por los fieles, que acudían de todas partes de Italia, de Europa y del mundo. No se podía considerar, a la verdad, una missa sine populo. Así pues, normalmente, habría tenido que adaptarse a las particularidades de la missa cum populo que comportaba partes recitadas en italiano, lo cual habría supuesto un excesivo esfuerzo para la vista del Padre Pío, al tener que leer textos vernáculos que no le eran familiares, siendo así que se sabía de memoria los latinos. Pero en virtud de la dispensa podía seguir celebrando íntegramente en latín. Era una especie de aplicación del antiguo privilegio de los sacerdotes caecucientes, a los que, en razón de mala visión o de ceguera parcial o total se les concedía la dispensa del calendario litúrgico, pudiendo celebrar todos los días la misa de Beata (de la Virgen María) o de Requie (de difuntos), cuyos formularios eran conocidos y fáciles de retener y se imprimían a grandes caracteres en misales especiales. La dispensa se refería sólo al idioma, ya que en la carta de fray Carmelo se declara la conformidad con “las demás ceremonias prescritas para la misa privada”. Es decir, el Padre Pío celebraría el Ordo de 1965 íntegramente en latín, que seguía siendo prácticamente el rito del Misal Romano de 1962, sólo que mutilado.
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Ultima misa del Santo Padre Pío.

El santo capuchino, dada la altísima idea que tenía del santo sacrificio de la misa y la extraordinaria piedad con la que lo celebraba (hasta el punto de estarse dos horas en el altar) no vería con los mejores ojos los cambios que se estaban operando y que, claramente, eran pasos previos a algo de mayor envergadura y que llevaban en una dirección por lo menos extraña a la tradición litúrgica. Un testimonio que ilumina el pensamiento del Padre Pío a este respecto es el de su hijo espiritual y biógrafo, el abogado Antonio Pandiscia, el cual asegura que le dijo en cierta ocasión acerca del Misal Romano tridentino: “En confianza, siempre he seguido ese misal; ¿por cuál razón tengo hoy que cambiar?”, lo que indica poco entusiasmo –por no decir ninguno– hacia la reforma litúrgica. Sin embargo, no se opuso a ella, sino que la acató, como puede verse en la grabación que se hizo de su última misa (que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1968, la víspera de su muerte), en la que celebra de cara a los fieles, pudiéndose apreciar ciertos elementos extraños que atestiguan la adaptación a los cambios de 1967. Como se trataba de misa solemne, el diácono y subdiácono hacen las lecturas en italiano. En los últimos tiempos, el Padre Pío celebraba sentado debido a su delicado estado de salud.
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Puede, por lo tanto, decirse que, si bien personalmente nuestro santo no estuviera de acuerdo con la evolución de la reforma litúrgica, sin embargo, se sometía a las disposiciones del Papa y de la Santa Sede en virtud de aquella obediencia religiosa a la Iglesia, de la que siempre hizo gala a pesar de las duras persecuciones de las que fue objeto y precisamente por obra de los hombres de Iglesia. Una rebelión abierta por su parte habría sido impensable. El Padre Pío no vivió lo suficiente para ver instalada la reforma bugniniana. Es claro que no le habría gustado en absoluto y que habría solicitado una nueva dispensa. También es probable que Pablo VI se la habría otorgado fácilmente en atención a la persona y a la circunstancia de tratarse de un anciano fraile de 81 años con las fuerzas mermadas. Seguramente habría estado de acuerdo con el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae presentado al papa Montini por los cardenales Ottaviani y Bacci, pero, dada su inquebrantable sumisión franciscana a la autoridad de la Iglesia, ¿quién sabe qué actitud hubiera tomado? Pero esta es ya entrar en el terreno de la conjetura.
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Artículo tomado del Blog Roma Aeterna El Padre Pío y la reforma de la misa

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lunes, 21 de septiembre de 2009

Ceremonias de la Misa

Las Ceremonias de la Santa Misa
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I- NARRACION. – Las ceremonias de la MISA
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La Iglesia estableció las ceremonias de la Misa con dos fines principales 1º para que no olvidemos nunca que la Santa Misa es el mismo Sacrificio del Calvario; y 2º para que asistamos a ella con aquel recogimiento y fervor con que asistiríamos a la Pasión y muerte de Nuestro Señor.
Por eso el altar, que es como el Calvario, está siempre coronado con la Cruz y además, el sacerdote hace muchas veces la señal de la santa cruz sobre sí mismo; sobre el libro, sobre el altar, sobre las sagradas especies y sobre los fieles. A cada paso se nos recuerda que allí se está celebrando el Sacrificio de la Cruz.
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Por eso el sacerdote sube al altar revestido con las señales de la Pasión. El alba representa aquella blanca túnica que pusieron al Señor cuando lo condujeron como loco por las calles de Jerusalén; el cíngulo que lleva a la cintura, el manipulo en el brazo y la estola al cuello, representan las cuerdas con que el Señor fue atado cuando lo llevaron a la los tribunales; la casulla, finalmente, lleva de ordinario una gran cruz en la espalda, para recordar la que en sus hombros llevó el Salvador y en laque fue clavado en el Calvario.
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Sube el sacerdote al altar e invoca la misericordia de Dios diciendo varias veces los kiries (siendo una oración Trinitaria dice tres al Padre, tres al Hijo –Criste- y tres al Espíritu santo)¡Señor ten piedad de nosotros! ¡Cristo ten piedad de nosotros! En seguida dice el himno que cantaron los Angeles cuando nació el Salvador, el Gloria a Dios en las alturas, y después de leer algo de las cartas de los Apóstoles y del Evangelio, llega a la primera de las partes principales de la Misa.
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II.- COMENTARIO. – Partes Principales de la Misa
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Estas partes son tres y se llaman: ofertorio u ofrecimiento, consagración y comunión.
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El sacerdote descubre el cáliz, toma en sus manos la patena con la hostia que pocos momentos después se va a convertir en el Cuerpo del Señor, y ofrece a Dios esa víctima. Lo mismo hace después con el cáliz con vino. Esta parte de la Misa es la que se llama ofertorio.
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Poco después el sacerdote invita a los fieles a orar, a unirse todos en el sacrificio, a levantar hacia Dios los corazones, a cantar con los Angeles, el Santo, Santo, Santo (como en el Kirie, también tres), y después de varias oraciones preciosas y expresivas, del misterio que se realiza, por la Iglesia, por el Papa, por las personas presentes y las que se nos han recomendado, y por todo el pueblo, llega la parte principalísima, la consagración. El sacerdote hace las veces de Cristo Nuestro Señor (in persona Christi): se inclina sobre el altar, toma el pan; lo bendice, levanta los ojos al cielo y lo consagra diciendo: ¡ESTE ES MI CUERPO! ¡Allí no hay más sustancia de pan, esta presente Jesucristo! El sacerdote se postra, él primeramente, para adorarlo y en seguida levanta en alto la Hostia consagrada para que todo el pueblo la mire y la adore. Lo mismo hace con el cáliz. Es el momento de la elevación.
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Poco después comienza el sacerdote a prepararse para la última parte principal: la comunión. Abre los brazos y reza en voz alta el Padrenuestro; divide la Hostia consagrada como lo hizo Nuestro Señor en la Institución; se inclina y pide perdón; por último dice tres veces (también como el Kirie) el: Señor, no soy digno, y consume las sagradas especies.
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El recuerdo de nuestros muertos
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La Santa Misa es la oración más eficaz, porque llega al Padre en nombre de Jesús y acompañado de sus infinitos meritos. Por medio de ella se alcanzan gracias abundantes para todos los fieles y especialísimas para los que asisten al Sacrificio.
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También las almas del Purgatorio obtienen la liberación definitiva y su entrada en el cielo, o a lo menos un gran alivio a sus penas, por medio de la Santa Misa. Al aplicarles este Sacrificio, ofrecemos por ellas los tesoros infinitos de méritos y satisfacciones de Jesús y con éstos cancelan ellas sus deudas. Es el mayor obsequio que podemos hacerles.
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Este recuerdo de nuestros queridos difuntos lo hacemos en la Misa poco después de la Consagración, cuando ya Nuestro Señor está presente en el altar. El sacerdote junta las manos y dice: Acuérdate Señor de tus siervos y siervas que nos han precedido con la señal de la fe y duermen el sueño de la paz. Entonces recordamos a todas aquellas personas ya fallecidas a quienes queremos aplicar los frutos del Sacrificio.




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.III- DOCTRINA
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¿Para qué estableció la Iglesia las ceremonias de la Misa?
Con dos fines principales: 1º para que recordemos que la santa Misa es el mismo Sacrificio del Calvario; 2º Para que ese recuerdo nos haga recogidos interiormente y fervorosos.
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¿Cuáles son las partes principales de la Santa Misa?
Las partes principales de la Santa Misa son tres: el ofertorio, la consagración y la comunión; pero antes de estas tres partes está la preparación.
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¿Qué es la preparación?
La preparación son las ceremonias y oraciones que se hacen desde que el sacerdote llega al altar hasta el ofertorio.
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Se llamaba antes la Misa de los Catecúmenos, porque los que no habían recibido el santo Bautismo debían salir fuera del templo después de la primera parte.
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¿Qué comprende la primera parte de la Misa?
La primera parte de la Misa comprende: las oraciones del principio, el Introito, los Kyries, el Gloria (no siempre). La Colecta (o sea las oraciones por todos). La Epístola (partes de los Libros Santos). El Evangelio y el Credo (a veces).
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¿Qué comprende la primera parte principal de la Misa?
La primera parte principal de la Misa comprende: el Ofertorio, el lavabo, el Prefacio y el Sanctus.
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¿Qué es el Ofertorio?
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El ofertorio es aquella parte principal de la Misa en que el sacerdote ofrece el pan y el vino.
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¿Qué ceremonias siguen al Ofertorio?

El sacerdote se lava las manos para significar la pureza con que hemos de tomar parte en este Sacrificio, invita a orar al pueblo, se une con los Angeles del cielo, diciendo: Santo, Santo, Santo y ora en secreto por toda la Iglesia.
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¿Qué es el Prefacio?

Es el prólogo solemne del Canon y una invitación a dar gracias a Dios por el maravilloso prodigio que va a realizarse en la Consagración
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¿Qué es el Canon?
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Es la parte que no varía de la Misa, oración solemne y silenciosa, y comprende las oraciones fijas hasta la comunión.
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¿Qué es la consagración?
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Aquella parte de la Santa Misa en que el sacerdote convierte el pan en el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y el vino en su sangre.
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¿Qué hace el sacerdote después de que consagra la hostia y el vino?
Adora de rodillas a Jesucristo presente en las santas especies y en seguida las eleva para que todo el pueblo adore también al Señor.
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¿Qué es la comunión?
La comunión es la última parte principal de la Santa Misa en que el sacerdote comulga la hostia y el vino consagrados.
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¿Cómo hemos de oír la Santa Misa?

Hemos de oír la Santa Misa con gran recogimiento y devoción, como si asistiéramos a la Pasión y muerte de Jesús en el Calvario.
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Cuadro Resumen.

La Santa Iglesia estableció las cere4monias de la Misa para que recordemos que la Misa es el mismo Sacrificio del Calvario y éste pensamiento nos lleve al recogimiento y a la devoción.
Las partes principales de la Misa son tres: el ofertorio, la consagración y la comunión; pero antes está la preparación que comprende desde que el sacerdote llega al altar hasta el ofertorio, se llamaba antes la Misa de los Catecúmenos.
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La preparación de la Misa comprende: las oraciones del principio, el introito, los Kyries, el Gloria, las oraciones o colecta, la Epístola, el Evangelio y a veces el Credo.
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La primera parte principal de la Misa comprende el ofertorio, el lavabo, el prefacio y el Sanctus.
La segunda es la Consagración y la tercera es la Comunión. Después vienen las abluciones y las últimas oraciones, el último Evangelio y las ave María.

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jueves, 17 de septiembre de 2009

Parroquia Viva

¿Que es una Parroquia viva?
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Una parroquia viva tiene una vida eucarística centrada en Cristo, donde el Sagrario (o tabernáculo) es el eje central.
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Una parroquia muerta tiene al hombre como eje central.
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Una parroquia viva celebra el sonido de los bebés llorando como un signo de que la parroquia está creciendo.
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Una parroquia muerta celebra el sonido de las conversaciones, los saludos y las faltas de atención antes, durante, y después de la Santa Misa como un signo de que la parroquia es bienvenida.
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Una parroquia viva tiene un pastor que lleva su caracter "In persona Christi" de manera seria y piadosa.
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Una parroquia muerta considera que ambos, el sacerdote y los laicos, pueden consagrar el Santisimo Sacramento.
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Una parroquia viva recuerda a los fieles la realidad del pecado y del infierno.
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Una parroquia muerta nunca menciona el pecado ni el infierno.
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Una parroquia viva reconoce que el Santísimo Sacramento es el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo.



Una parroquia muerta piensa que la Santa Eucaristía no es diferente que comer en un servicio de comida rápida.
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Una parroquia viva habla sobre los hechos y viajes de Cristo, de los Apóstoles y de otros Santos personajes.
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Una parroquiua muerta habla de los hechos y viajes del sacerdote parroquial y de otros miembros selectos de su entorno.
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Una parroquia viva entiende el indisociable vínculo entre las posiciones seculares (fuera de la Iglesia, como la política) con nuestra Fe Católica.
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Una parroquia muerta no solo no entiende este vínvulo, sino que incluso se esfuerzan por refutar la verdad conocida de la Iglesia.
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Una parroquia viva menciona lo referente al dinero y otras cosas extralitúrgicas en el boletín público.
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Una parroquia muerta constantemente se refiere al dinero y a la "comunidad del Diezmo" o "administración" en el boletín parroquial, en los anuncios parroquiales al inicio o final de la Santa Misa, y durante la homilía o prédica.
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Una parroquia viva entiende que la oración en silencio es una participación activa en la Santa Misa.
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Una parroquia muerta confunde movimiento con progreso.
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Una parroquia viva posee fieles vinculados estrechamente con la Santa Eucaristía.
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Una parroquia muerta tiene que obligar a los fieles a contemplar los sagrados misterios.
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Una parroquia viva no necesita recordar ninguno de los siete sacramentos.
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Una parroquia muerta rara vez menciona algo sobre los sacramentos, y cuando se mencionan, es usualmente por accidente.
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Una parroquia viva dice "Señor, yo no soy digno".
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Una parroquia muerta dice "Aquí estoy, Señor".
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Una parroquia viva tiene muchas estatuas que nos recuerdan los misterios de Cristo, o la vida de algún Santo ejemplar.
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Una parroquia muerta, según su antigüedad, tiene muy pocas, no tiene, o bien, todas las imágenes han sido retiradas por ser contrarias al mal llamado "espíritu del Concilio".
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En una parroquia viva, los fieles saben que en el altar hay reliquias de algunos santos (Y, si hay fieles realmente atentos, ellos saben que el altar mayor contienen reliquias de los Santos, y que altar no tiene reliquias).
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En una parroquia muerta, el altar no contiene reliquias de santos, o bien, los fieles y el sacerdote se han olvidado de que estas reliquias existen.

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En nuestros días..
¿cuantas parroquias vivan hay a nuestro alrededor?.


Tomado del Blog Christus Vincit

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Gloria in Excelsis Deo!


Segundo Aniversario del Motu Proprio
Summorum Pontificum



Con motivo del Segundo Aniversario de entrada en vigor del Motu Proprio Summorum Pontificum, ofrecemos esta interesante introducción del R.P. Vincenzo M. Nuara O.P. con ocasión del Congreso sobre la Liturgia Tradicional, efectuado en Roma en el 2008, con patrocinio de la Santa Sede.

Reverendos sacerdotes, ilustres huéspedes y amigos, estimados señoras y señores, queridos jóvenes:

Con gran alegría y reconocimiento al Señor, me dispongo a abrir con esta introducción el congreso de “Jóvenes y Tradición” que celebrará el aniversario del Motu proprio “Summorum Pontificum” a un año de su promulgación y de su entrada en vigor. .

El 7 de julio de 2007 el Sumo Pontífice, el Papa Benedicto XVI, promulgaba la Carta Apostólica “Summorum Pontificum” dada en Motu Proprio sobre el uso de la Liturgia Romana Tradicional anterior a la Reforma de 1970 con validez a partir del 14 de septiembre siguiente. Una carta tan esperada que “ha suscitado reacciones muy divergentes entre sí, que van desde una aceptación gozosa hasta una oposición dura” – como escribió el mismo Pontífice en la carta de presentación de ella enviada a todos los Obispos–.

. Éste es un documento que, en mi opinión, inicia una nueva época en la vida de la Iglesia y nos orienta delineando nuevas perspectivas (teológicas, litúrgicas, pastorales) con el objetivo de repensar en clave católica una cierta teología litúrgica y dogmática. Un documento que con el paso del tiempo seguirá dando que hablar, documento de una importancia histórica significativa. ¿Por qué? Ante todo porque después de la reforma litúrgica de 1970, reconoce de modo oficial y competente la plena legitimidad de la Liturgia Romana Tradicional en su forma más antigua, de una liturgia todavía viva y “de un misal nunca abrogado y por lo tanto siempre válido y en línea de principio siempre permitido” y además la plena licitud y legitimidad de aquellos que la celebran, de aquellos que la piden y participan en ella “satisfaciendo, al menos parcialmente, sus justas aspiraciones”, como escribió el Santo Padre y porque tienen derecho a ella.

En segundo lugar porque la medida canónico–disciplinar del Pontífice se inserta en el itinerario de recuperación de lo Sagrado de este Pontificado, de la sacralidad de la Liturgia en la celebración de los Santos Misterios en continuidad con la Tradición Católica de la Iglesia. Este itinerario está poniendo las bases para una búsqueda y un debate teológicos que servirán de presupuestos útiles y necesarios en el futuro inmediato, para una “Reforma de la reforma” de la Liturgia, auspiciada por el mismo Pontífice. .

En tercer lugar es la voluntad del Santo Padre “alcanzar con todas las fuerzas una reconciliación interna en el seno de la Iglesia, haciendo todos los esfuerzos posibles a fin de que a todos aquellos que tienen el deseo de la unidad sea posible permanecer en esta unidad o encontrarla nuevamente” –como él mismo ha escrito a los Obispos–. .

Este congreso nace de la idea de un grupo de jóvenes católicos: “Giovani e tradizione” de Acireale, los cuales desean manifestar su devoción y reconocimiento agradecido al Santo Padre por este acto tan importante para la vida de la Iglesia y celebrar el primer aniversario del Motu proprio, manifestándole la plena comunión y devoción, unida a una activa colaboración en el tejido eclesial.


Monseñor Albert Malcom Ranjith ex secretario de la S. Congregación para el Clero durante una Santa Misa pontifical según el Misal de San Pío V.

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Son jóvenes que han descubierto en sus vidas la belleza de Cristo, de la Tradición católica y la certeza de la fe que la Iglesia Católica es la única y verdadera Iglesia de Cristo, Madre y Maestra de Verdad.
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Que hayan sido los jóvenes a organizar el congreso es verdaderamente interesante, es un “signo de los tiempos” en cuanto que, mientras asistimos tristemente a un alejamiento por la fe de tantos, asistimos por otro lado al hecho de que aquellos que adhieren a la fe católica son jóvenes que pasan a través del redescubrimiento, el conocimiento y la valorización del depósito de la Tradición Católica de la fe. “Hoy muchos jóvenes descubren esta forma litúrgica y se sienten atraídos por ella y encuentran en ella una forma particularmente apropiada para su encuentro con la Sagrada Eucaristía” escribe el Santo Padre.
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Es un dato para tener en seria consideración, el cual, mientras evidencia de modo incontrovertible el deseo y la necesidad de integridad de las nuevas generaciones contra la dispersión cultural contemporánea, manifiesta también el fracaso histórico de ciertas “novedades” de este último período eclesial.
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Lamentablemente a causa de una “liturgia arbitraria y creativa que en varios ambientes ha llegado a deformaciones al borde de lo soportable”, incapaz de comunicar sacralidad; a causa de una “predicación ambigua”, fruto de una deriva neo-protestante de ciertos ambientes de Iglesia y de cierta teología; de una orientación de la misión exclusivamente dirigida a lo social, muchos se han desanimado y alejado, “también personas radicadas en la fe de la Iglesia”, continúa diciendo el Pontífice. Es por esto que en mi opinión este documento es un documento actual, porque responde a la necesidad de la Iglesia en el presente, aunque rehabilita “cosas del pasado”. Ya sea porque en sí lleva la carga de la juventud perenne de la Sagrada Tradición que no se acaba nunca –aquel tesoro de donde sacar cosas antiguas y nuevas–, ya sea porque está destinado también a las jóvenes generaciones que son el presente y el futuro de la Iglesia.
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El Motu proprio no ha sido hecho para los llamados “nostálgicos”, para aquellos que estaban ligados por la edad o por la formación cultural a la Liturgia Tradicional, sino para todos los bautizados que desean acceder a este tesoro de gracia de la Iglesia, que es una riqueza para todos, en cuanto que el ligamen con la Liturgia Tradicional o Gregoriana no es una cuestión generacional ni meramente estética sino teológica, eclesial y espiritual.
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Por esto el Santo Padre escribe en la carta dirigida a los Obispos: “En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser súbitamente del todo prohibido o incluso juzgado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles su justo lugar”.
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Pero este documento también ha puesto en luz mayormente algunas situaciones “de crisis” en la Iglesia y esto lo decimos con profundo dolor: la crisis de la fe de tantos que se han opuesto duramente a la Santa Misa Tradicional, la crisis de obediencia en confrontación con el Sumo Pontífice, también por parte de los Obispos. Hemos asistido en estos meses pasados a situaciones de sacerdotes obstaculizados, amenazados, escarnecidos y en algunos casos perseguidos precisamente por la obediencia al Motu proprio, al Papa. Un clima de sospecha se ha difundido en algunas diócesis y todo esto ha tenido una repercusión grave sobre los fieles, consternados y escandalizados por cuanto estaba ocurriendo.
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En el fondo los resultados de estos últimos decenios están bajo los ojos de todos: Seminarios e Institutos religiosos con pocas vocaciones, la crisis de la identidad y la secularización de la vida sacerdotal, la salida de la Iglesia de tantos, las jóvenes generaciones que se escapan de las manos en la pastoral ordinaria, una “Iglesia del diálogo” que pierde el rumbo en el camino de la misión y de católicos con una frágil connotación de la propia identidad, indistinguible también en lo social, que se sienten quizás cristianos, pero poco católicos.
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Por otra parte, el Santo Padre ya había puesto en luz esta realidad cuando, habiendo hablado de “tener que recomponer la unidad eclesial”, además de hablar de aquellos que están momentáneamente fuera de la Iglesia por motivos canónicos, me parece que ha querido hablar también de todas aquellas situaciones de división y de intolerancia en el interior de la Iglesia misma, de derivas en orden a la doctrina, a las visiones de Iglesia diferentes y de ruptura con el pasado y de ideas teológicas de ruptura y en discontinuidad con la Tradición, que han creado confusión, desorden y extravío en no pocos fieles y pastores.
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La búsqueda teológica exige libertad pero aún más, para ser auténtico servicio del Señor, exige la dinámica de la fidelidad. “Dinámica y fidelidad deben convertirse en una cosa sola, esta síntesis (de dinámica y fidelidad) es un camino exigente pero indispensable si quiere ser un servicio a la Iglesia en la Verdad”, decía el Santo Padre en su magistral discurso del 22 de diciembre de 2005 a la Curia Romana.
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El Motu proprio es un instrumento querido por la Providencia para construir la comunión eclesial y recomponer las fracturas, y todos debemos hacer nuestra parte, porque como es verdad que no hay Iglesia sin Tradición, es también verdad que no hay Tradición sin verdadera comunión eclesial, la cual no es vil servilismo o fruto de solapados compromisos sino gozosa adhesión a Aquél que nos ha llamado a ser “colaboradores de la Verdad”.
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No por casualidad el pasado 14 de septiembre el Santo Padre ha hablado así a los Obispos franceses: “En el Motu proprio Summorum Pontificum, he debido precisar las condiciones de ejercicio de tal tarea, en lo que concierne a la posibilidad de usar tanto el Misal del Beato Juan XXIII (1962) como el del Papa Pablo VI (1970). Algunos frutos de estas nuevas disposiciones ya se han manifestado, y yo espero que la indispensable pacificación de los espíritus esté, por gracia de Dios, en vía de realizarse. Mido las dificultades que vosotros encontráis, pero no dudo que podréis alcanzar, en tiempos razonables, soluciones satisfactorias para todos, de manera que la túnica sin costuras de Cristo no se rasgue ulteriormente. Ninguno está de más en la Iglesia. Cada uno, sin excepción, debe poder sentirse “en su casa” en ella, y nunca rechazado. Dios, que ama a todos los hombres y no quiere que ninguno perezca, nos confía esta misión haciendo de nosotros los Pastores de sus ovejas. No podemos más que darle gracias por el honor y la confianza que Él nos reciba. Por lo tanto esforcémonos a ser siempre servidores de la unidad”.
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Al mismo tiempo el Motu proprio se inserta en el camino de Reforma de la vida de la Iglesia, como el Santo Padre ha auspiciado desde el principio de su Pontificado, de una reforma desde adentro, de una purificación interna necesaria para que la Esposa de Cristo resplandezca en toda su belleza. Es decir, de un mayor fervor apostólico y ascético de la vida sacerdotal, de una intensa formación teológica y espiritual en los seminarios para los candidatos al Sacerdocio, de un itinerario de estudios más conforme a la enseñanza del Magisterio perenne de la Iglesia, de una radicalidad evangélica más visible de los Institutos de Perfección, de un laicado católico formado capaz de dar razón de la propia fe.
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En este camino la Liturgia podrá hacer mucho y ya lo vemos en muchas comunidades que han retomado su antiguo fervor a partir de la Liturgia, y de la Liturgia Tradicional, y por otro lado reciben la gracia de vocaciones. La riqueza de la Liturgia Gregoriana con su sacralidad y belleza suscita las vocaciones, es más, digo más, esta Liturgia, esta Misa es la esperanza de la Iglesia.
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Este camino necesita de oración, fidelidad y obediencia. La verdadera Liturgia de la Iglesia nace en la fe y en la oración y no hay auténticas servicio a la Iglesia que no requiera fidelidad y obediencia: porque obedecer y ser fieles a la Iglesia es obedecer y ser fieles a Cristo y a Aquél que Cristo ha querido como su Vicario en la tierra, el “dulce Cristo en la tierra” como Santa Catalina de Siena solía llamar al Papa.
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Para algunos “el Motu proprio ya murió” a causa de todas las oposiciones, las desobediencias, los obstáculos puestos en obra para hacerlo perecer ... podría parecer que es así, pero no lo creo en absoluto.
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Nuestra mirada debe ser la de personas de fe, que saben que detrás de estas pruebas la Cruz de Cristo resplandece por su potencia y por su esplendor. Estoy firmemente convencido en cambio de que, incluso con todos los problemas que ha habido y que quizás continuará habiendo, con todas las oposiciones, las situaciones no resueltas y con las problemáticas de variada naturaleza abiertas también por el Motu proprio, de las que tenemos plena conciencia, la vía iniciada es sin embargo “un camino sin retorno”.


El Cardenal Darío Castrillon Hoyos presidente emerito de la Comisión Pontifica Ecclesia Dei durante una Misa Pontifical con el Misal Tridentino.
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Lo que hoy vale –y es el motivo por el cual estamos aquí– es el hecho de que el 7 de julio del 2007 permanecerá una fecha histórica desde la cual recomenzar, sin este documento hoy no podríamos hablar de algo que nos pertenece profundamente y que alimenta nuestra fe porque pertenece a la Iglesia. No es todo, pero es el inicio significativo, es la primera etapa de un largo camino. Ahora no es necesario mirar sólo a lo que pertenece al pasado reciente, sino mirar positivamente a las perspectivas que se abren para el futuro y que parten desde el Motu proprio. En el fondo el pequeño pero gran signo que el Papa nos está presentando para la Reforma de la Iglesia es la Santa Misa, es la Eucaristía: de ahí todos debemos recomenzar.
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En esta obra la Iglesia tiene necesidad de “humildes trabajadores en la viña del Señor”, que no pretenden obtener nada de la Iglesia sino sirven a la Iglesia, incluso cuando quizás como Abraham vean desde lejos en la esperanza, porque el riesgo podría ser el de servirse de la Iglesia para las propias opiniones personales no el de servir a la Iglesia. Esta obra debe ser hecha sin servilismo alguno, sino en la fecunda parresia cristiana que busca siempre y solamente la Verdad con humildad para que seamos “servidores de Dios” como escribe el Apóstol.
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Al fin de mi introducción, llegue al Santo Padre el Papa Benedicto XVI nuestra particular devoción, nuestra humilde obediencia, nuestra plena comunión y nuestro sentimiento agradecido y pleno de reconocimiento por su iluminado y sabio magisterio: en esta obra admirable por el bien de la Iglesia no lo dejaremos solo. Esta unidad no es una opción, sino que está en la esencia de la fe católica, firmemente conscientes de que “Ubi Petrus, ibi Ecclesia”.
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Gracias a todos vosotros por la presencia, gracias a aquellos que han rezado por el feliz éxito de este congreso, gracias de corazón a los ilustres relatores que han aceptado participar y nos honran hoy con su presencia. Gracias en particular a la Pontificia Comisión ”Ecclesia Dei” que nos ha honrado con su Patrocinio y que está presente aquí en la persona de su Vicepresidente Mons. Perl, a quien agradezco de corazón por su apoyo fraterno y confiado, desde la primera hora de la organización del congreso. Finalmente gracias a la fuerza cabal, pujante y siempre acogedora de estos jóvenes, consolación en nuestras fatigas y en las pruebas del ministerio sacerdotal.
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En fin, permitidme concluir con una frase que San Atanasio dijo en una situación terrible de la Iglesia, durante la lucha contra los arrianos y que permanece siendo hoy un estímulo también para nosotros: “Vosotros tenéis las iglesias, pero nosotros tenemos la fe. Conservad las iglesias si queréis, nosotros conservaremos la fe para continuar la Iglesia”.
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Hay que reflexionar

Desobediencia sistemática a Benedicto XVI y
la protesta dentro de la Iglesia



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Las reacciones negativas que se han escuchado tras el levantamiento de las excomuniones y la liberación de la Misa Tridentina, y que estaban dirigidas contra el papa Benedicto XVI, o más exactamente, contra el cargo magistral del que es responsable, han revelado lo que todos sabían desde hace mucho tiempo pero que nadie se atrevía a decir: hay, en diversos puestos de la Iglesia, dentro de la Iglesia, fieles que se dicen católicos pero que piensan y reaccionan exactamente igual que los protestantes.
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Estos fieles son católicos "liberales" que lo que menos desean es que se les moleste en la religión "soft" (blanda) que se han fabricado. Por lo tanto, están dispuestos a protestar contra cualquier pastor – y, en primer lugar, el Papa – que venga a recordarles que la fidelidad a Cristo no se construye a partir de un Evangelio libremente interpretado y que la celebración de la fe no se configura a la manera de un patchwork, fabricado con gestos y palabras seleccionados desde el fondo de su subjetividad.
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Estos católicos liberales se comportan con los que les podrían molestar en la cómoda religión que se han fabricado, exactamente como el "hermano mayor" de la parábola del "hijo pródigo". Y, a veces, incluso peor. Porque no se limitan a mascullar: lo que realmente desearían sería poder mandar de vuelta al benjamín –el que molesta- con sus cerdos.
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En efecto, en vez de aportar al Papa Benedicto XVI, en la alegría y la oración, el apoyo que necesitaría en sus esfuerzos a favor de la unidad en la fe recibida de los Apóstoles, los liberales acusan a su "padre" de no entender nada, y tiran piedras contra los que ellos consideran unos aguafiestas: los miembros de la Fraternidad S. Pío X, por supuesto, pero también los obispos nombrados por el papa y que son más rigurosos bajo el punto de vista de la doctrina, habiendo constatado por ellos mismos que la dejadez de estos últimos 40 años lo único que había conseguido era vaciar las iglesias.
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Por lo tanto, la situación actual es grotesca y contradictoria: los liberales se valen del Concilio y reprochan a los miembros de la Fraternidad de S. Pío X no haberlo aceptado. Reprochan a los fieles tradicionalistas por su desobediencia. Así mismo, reprochan a los obispos recientemente nombrados por el Papa, el querer liquidar los logros del Concilio. Pero, estos católicos liberales, ¿qué es lo que hacen? ¿Acaso no son ellos los primeros en rechazar numerosos puntos del Concilio? ¿No son ellos los primeros en dar un mal ejemplo de desobediencia sistemática y de protesta dentro de la Iglesia?¿Cómo podría un Papa, sea el que sea, confiar en las Iglesias locales, tanto diocesanas como las simplemente parroquiales, que cultivan la desobediencia desde hace años, a fuerza de haberse visto infiltradas por los liberales?Actualmente, cuando el Papa nombra un obispo que no es del gusto de todos, ¿acaso los primeros en levantar la voz no son los que, en los debates sobre temas importantes de fe, denuncian las posiciones de la Iglesia? Es evidente que no aceptarían un obispo cuya misión es, justamente, defender la fe de la Iglesia y cuya comunión con el Soberano Pontífice no debe ofrecer ni la sombra de una duda. Pues un obispo así solo puede molestarles, ya que les recuerda que la fidelidad al Evangelio no es forzosamente una forma de placer que se celebra dando vueltas alrededor de un altar.
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Por lo tanto hay un abismo que llenar. Este abismo, que con el tiempo se ha ido haciendo cada vez más profundo, distancia a los fieles liberales que ya no están de acuerdo con la Iglesia en una serie de temas, que ni siquiera consideran que pueda ser necesario tal acuerdo, que no dejan pasar ni una ocasión de recordar, en voz bien alta, lo cara que es a sus ojos la virtud de la tolerancia… pero que no toleran las enseñanzas de aquellos que están encargados de guiar al pueblo de Dios.
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Los acontecimientos de estas últimas semanas, que han hecho correr ríos de tinta, habrán conseguido, sin embargo, un hecho indiscutible: habrán desvelado los pensamientos de un gran número de fieles, tanto religiosos como laicos, que han acabado por comportarse como lobos en un aprisco. La Iglesia solamente podrá salir engrandecida y fortalecida de esta sacudida si se plantean y abordan las cuestiones actuales bajo un triple enfoque: el del arrepentimiento, el de la conversión y el de la fidelidad.
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Arrepentimiento, conversión y fidelidad tanto para los obispos que, después del Concilio, han descuidado su misión de vigilantes, como para los miembros de la Fraternidad de San Pío X, que se han ido con tanto orgullo como los liberales, tentados a hacer su "iglesita".
En una solución de futuro elaborada sobre una base auténticamente cristiana, no podrá haber ni vencedores ni vencidos, sino solamente felices ganadores unidos alrededor del único Señor y congregados en su única Iglesia.

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lunes, 7 de septiembre de 2009

Los Caminos de Dios.

Los Caminos de Dios no son los nuestros...


Catedral de Nuestra Señora del Carmen en Torreón Coah.


En una audiencia con Monseñor Don José Guadalupe Galván Galindo, Obispo de Torreón, me comentaba que el no podía creer que existieran católicos en pleno siglo XXI que pidieran la Misa Tridentina, pues ya había pasado mucho desde la Reforma Litúrgica emprendida por el Papa Pablo VI. También me decía que en un principio la gente asistiría a la Misa latina por curiosidad, pero una vez que se regularice su celebración, ya no iría mas gente a estas celebraciones, por la razón de que nadie entiende y por tanto no participa.

Sin embargo frente a todos estos comentarios, gracias a Dios el tiempo ha demostrado lo contrario, aun cuando solo hemos tenido dos Misas según el Misal tradicional, el interés por la Misa de Siempre en muchos católicos que asisten al Novus Ordo, sigue creciendo, no solo en las generaciones mayores, sino también en los jóvenes. Esto a pesar, de que no han cesado los comentarios nada positivos por parte de ciertos movimientos eclesiales, que obstruyen los esfuerzos del Santo Padre Benedicto XVI para rescatar el esplendor de la Liturgia Romana.

Aquí en la región Laguna como en muchos lugares, la Liturgia es aquello que esta en constante "cambio", y si existen nuevos elementos para "atraer" a las personas que dejaron de asistir a la Misa dominical, es preciso introducirlos sin ninguna reflexión. El axioma Lex orandi lex credendi, queda en el olvido. La supresión de las campanillas a la hora de la consagración, o las misas en favor de los "equipos de fútbol" donde por encima de Dios, se pueden escuchar porras a favor del Santos Laguna, es un ejemplo de la situación litúrgica en la Región. Todo este espíritu claro esta, es ajeno a la Liturgia, porque ya no es mas una acción sagrada dirigida al Señor, sino mas bien se ha convertido en una simple acción infructuosa para el hombre. Y de esta forma la Liturgia queda reducida a nada, y ya no es mas un asomarse del Cielo sobre la tierra como nos dice el Papa.
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Desde luego todos estos abusos litúrgicos son lo mas "ordinario" en los templos de la comarca lagunera, producto de una nula formación en la riqueza litúrgica de la Iglesia. Mientras que los católicos que hemos descubierto las riquezas del Misal de 1962, con motivo de la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum, somos señalados de "sospechosos", haciendose evidente en los excesivos requisitos para acceder a la Santa Misa en su forma extraordinaria, a pesar de la voluntad explicita del Santo Padre Benedicto XVI de permitirla sin restricciones.
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Lamentamos verdaderamente la Crisis de obediencia que en su ocasión denuncio el Secretario de la Congregación para el culto Divino, Monseñor Albert Malcom Ranjith. Este choque de autoridad entre el Pastor Supremo asistido por el Espíritu Santo y los Obispos que deben estar sujetos a él, es cada vez mas evidente cuando se trata de la Misa Tradicional pese al artículo 2 del Motu Proprio que dice: "Para dicha celebración siguiendo uno u otro misal, el sacerdote no necesita ningún permiso, ni de la Sede Apostólica ni de su Ordinario".
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En este panorama aparentemente difícil, que es contrario al verdadero espíritu de la Iglesia, seguimos y estamos firmemente convencidos que la Divina Providencia nunca nos abandona, ya que donde parece que jamás brotaría algún interés por los tesoros que nos ofrece la Misa Tradicional, de la nada aparecen personas que quieren sumarse a nuestros esfuerzos por recuperarla. Esto lo veo como una esperanza de que esta próximo un nuevo amanecer para la Iglesia. Ademas que nos deja muy en claro que los caminos de Dios no son nuestros caminos. En ocasiones no son ni siquiera los caminos de las personas que han sido elegidas, ya que a veces para las mismas personas elegidas, los caminos de Dios son sumamente obscuros, y extraños. Y no son siempre comprensibles y claros a sus mentes.
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Esto me recuerda al Motu Proprio Summorum Pontificum, que sigue siendo un signo de contradicción para muchos que se oponen al soplo del Espíritu Santo..
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Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
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Arturo.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

Hace unos meses..

Un artículo que vale la pena recordar..



Por Miguel Campos
Reportero del Sol de la Laguna


Como si de pronto la iglesia hubiera retrocedido a través del tiempo, en la catedral de Nuestra Señora del Carmen el sacerdote apareció parado de frente al altar, al igual que los fieles católicos presentes, tal y como era la costumbre en el rito católico antes del Concilio Vaticano II.
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Así, como un acontecimiento extraordinario promovido por la agrupación "Una Voce de México" los participantes vivieron la experiencia de involucrarse en la celebración de una misa en latín, en la que la solemnidad de la liturgia fue armonizada con cantos gregorianos, en ocasión del Día de la Inmaculada Concepción.
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De ninguna manera es querer darle la espalda al pueblo sino, por el contrario, se trata de unirse a él en la celebración de la Eucaristía de cara al altar, "como viendo a Cristo que nace en el oriente para iluminar al mundo entero", explicaba antes de la ceremonia el ministro oficiante, el padre Ramón Sevilla Flores, sacerdote jesuita al servicio de la parroquia de San Judas Tadeo y vicario del tribunal eclesiástico de la Diócesis de Torreón.
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Esta forma de celebrar, dijo, "tiene la ventaja de que acentúa la dimensión vertical de la misa en alusión al camino hacia la trascendencia que todo individuo siempre debe seguir al tratar de imitar la actitud de Cristo, y que complementa la parte horizontal de toda existencia relativa a lo complementario, a todo aquello que pertenece a este mundo como algo inminentemente pasajero".
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Ya el 8 de febrero del presente año, también en catedral se vivió una misa en latín e igualmente a iniciativa de "Una Voce de México", la primera en varias décadas. En esa ocasión la Eucaristía fue oficiada por el padre Francisco Castillo Santana.
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Fue hacia el año de 1966 cuando el padre Ramón Sevilla ofició su última misa en latín, antes de que entraran en vigor las reformas derivadas del Concilio Vaticano II, sin embargo, ayer a sus 81 años de edad demostró tener muy presente lo que aprendió y mantuvo en la práctica durante sus primera etapa de ejercicio ministerial.La forma extraordinaria de esta misa se celebró con base en el Misal Romano de 1962, en el entendido de que solamente lo ordinario de la Eucaristía fue lo que la gente pudo escuchar en latín, en tanto que las lecturas, los salmos y el evangelio se presentaron en español.

Año Sacerdotal



Año Sacerdotal
19 de junio de 2009 - 19 de junio de 2010 "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote" Convocado por Su Santidad Benedicto XVI con ocasión del 150º aniversario del dies natalis de San Juan María Vianney

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San Pío X: Formar buenos sacerdotes.
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Es necesario hablar de los medios que nos pueden ayudar en semejante empresa (formar buenos sacerdotes), puesto que están tomados de la doctrina común. De vuestras preocupaciones, sea la primera formar a Cristo en aquellos que por razón de su oficio están destinados a formar a Cristo en los demás. Pienso en los sacerdotes, Venerables Hermanos. Que todos aquellos que se han iniciado en las órdenes sagradas sean conscientes de que, en las gentes con quienes conviven, tienen asignada la provincia que Pablo declaró haber recibido con aquellas palabras llenas de cariño: Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vos otros (Gal 4, 16) Pues, ¿quiénes serán capaces de cumplir su misión si antes no se han revestido de Cristo? y revestido de tal manera que puedan hacer suyo lo que también decía el Apóstol: ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal, 2, 20). Para mí la vida es Cristo ( Filip 1, 21) Por eso, si bien a todos los fieles se dirige la exhortación que lleguemos a varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo (Ef 4, 20). sin embargo se refiere sobre todo a aquel que desempeña el sacerdocio; pues se le denomina otro Cristo no sólo por la participación de su potestad, sino porque imita sus hechos, y de este modo lleva impresa en sí mismo la imagen de Cristo.
(Enciclica E Supremi Apostolatus)
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S.S. Benedicto XV: El deber del misionero y de los Superiores
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...edifiquen a los sacerdotes y demás colaboradores de su ministerio con palabras, obras y consejos, e infúndanles bríos y alientos para tender siempre a lo mejor। Pues conviene que cuantos en la viña del Señor trabajan de un modo o de otro sientan por propia experiencia y palpen claramente que el superior de la Misión es padre vigilante y solícito, lleno de caridad, que abraza todo y a todos con el mayor afecto; que sabe alegrarse en sus prosperidades, condolerse de sus desgracias, infundir vida y aliento a sus proyectos y loables empresas, prestándoles su concurso, e interesarse por todo lo de sus súbditos como por sus propias cosas.
(Carta Apostólica Maximum Illud sobre la propagación de la fe en el mundo)
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S.S. Pio XI El sacramento del Orden sello indeleble, impreso en el alma
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Y tan excelsos poderes conferidos al sacerdote por un sacramento especialmente instituido para esto, no son en él transitorios y pasajeros, sino estables y perpetuos, unidos como están a un carácter indeleble, impreso en su alma, por el cual ha sido constituido sacerdote para siempre a semejanza de Aquel de cuyo eterno sacerdocio queda hecho partícipe. Carácter que el sacerdote, aun en medio de los más deplorables desórdenes en que puede caer por la humana fragilidad, no podrá jamás borrar de su alma. Pero juntamente con este carácter y con estos poderes, el sacerdote, por medio del sacramento del Orden, recibe nueva y especial gracia con derecho a especiales auxilios, con los cuales, si fielmente coopera mediante su acción libre y personal a la acción infinitamente poderosa de la misma gracia, podrá dignamente cumplir todos los arduos deberes del sublime estado a que ha sido llamado, y llevar, sin ser oprimido por ellas, las tremendas responsabilidades inherentes al ministerio sacerdotal, que hicieron temblar aun a los más vigorosos atletas del sacerdocio cristiano, como un San Juan Crisóstomo, un San Ambrosio, un San Gregorio Magno, un San Carlos y tantos otros.
(Encilica Ad Catholici Sacerdotii, sobre el Sacerdocio)
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S.S. Pio XII: El sacerdote, mediador entre el hombre y Dios
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Consagrado, como por una divina vocación, a este augustísimo misterio, está constituido en lugar de los hombres en las cosas que tocan a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Necesario es, por lo tanto, que a él recurra todo el que quiera vivir la vida del Divino Redentor y desee recibir fuerza, consuelo y alimento para su alma; en él también habrá de buscar la necesaria medicina quienquiera que desee levantarse de sus pecados y tornarse al recto camino. Por ese motivo, todos los sacerdotes con plena razón podrán aplicarse a sí mismos aquellas palabras del Apóstol de las Gentes: Cooperadores somos... de Dios
(Enciclica Menti Nostrae sobre la Santidad del Sacerdote)
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S.S. Juan XXIII: La Ascetica Sacerdotal
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Por todo esto podréis comprender, Venerables Hermanos, con qué afecto exhortamos a Nuestros caros hijos en el sacerdocio católico a que mediten este ejemplo de pobreza y caridad. «La experiencia cotidiana demuestra —escribía Pío XI pensando precisamente en el Santo Cura de Ars —, que un sacerdote verdadera y evangélicamente pobre hace milagros de bien en el pueblo cristiano» Enc. Divini Redemptoris Pio XI) Y el mismo Pontífice, considerando la sociedad contemporánea, dirigía también a los sacerdotes este grave aviso: «En medio de un mundo corrompido, en el que todo se vende y todo se compra, deben mantenerse (los sacerdotes) lejos de todo egoísmo, con santo desprecio por las viles codicias de lucro, buscando almas, no dinero; buscando la gloria de Dios, no la propia gloria» (Ad Catholici Sacerdotii Pio XI)
(Enciclica Sacerdotii Nostri Primordia)
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S.S. Pablo VI: El Sacerdote Celibe
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En medio de la comunidad de los fieles, confiados a sus cuidados, el sacerdote es Cristo presente; de ahí la suma conveniencia de que en todo reproduzca su imagen y en particular de que siga su ejemplo, en su vida íntima lo mismo que en su vida de ministerio. Para sus hijos en Cristo el sacerdote es signo y prenda de las sublimes y nuevas realidades del reino de Dios, del que es dispensador, poseyéndolas por su parte en el grado más perfecto y alimentando la fe y la esperanza de todos los cristianos, que en cuanto tales están obligados a la observancia de la castidad, según el propio estado.
(Enciclica Sacerdotalis Caelibatus)
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S.S. Juan Pablo II: El orden sacerdotal reservado a los varones.
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La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias Orientales. (...) En efecto, los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles atestiguan que esta llamada fue hecha según el designio eterno de Dios: Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc 3,13-14; Jn 6,70), y lo hizo en unión con el Padre "por medio del Espíritu Santo" (Act 1,2), después de pasar la noche en oración (cf. Lc 6,12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio ministerial, la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que El puso como fundamento de su Iglesia (cf. Ap 21,14). En realidad, ellos no recibieron solamente una función que habría podido ser ejercida después por cualquier miembro de la Iglesia, sino que fueron asociados especial e íntimamente a la misión del mismo Verbo encarnado (cf. Mt 10,1.7-8; 28,16-20; Mc 3, 13-16; 16,14-15). Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederían en su ministerio. En esta elección estaban incluidos también aquéllos que, a través del tiempo de la Iglesia, habrían continuado la misión de los Apóstoles de representar a Cristo, Señor y Redentor.
(Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis)
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S.S. Benedicto XVI : El Sacerdote In Persona Christi Capitis
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La relación intrínseca entre Eucaristía y sacramento del Orden se desprende de las mismas palabras de Jesús en el Cenáculo: « haced esto en conmemoración mía » (Lc 22,19). En efecto, la víspera de su muerte, Jesús instituyó la Eucaristía y fundó al mismo tiempo el sacerdocio de la nueva Alianza. Él es sacerdote, víctima y altar: mediador entre Dios Padre y el pueblo (cf. Hb 5,5-10), víctima de expiación (cf. 1 Jn 2,2; 4,10) que se ofrece a sí mismo en el altar de la cruz. Nadie puede decir « esto es mi cuerpo » y « éste es el cáliz de mi sangre » si no es en el nombre y en la persona de Cristo, único sumo sacerdote de la nueva y eterna Alianza (cf. Hb 8-9). (...) La doctrina de la Iglesia considera la ordenación sacerdotal condición imprescindible para la celebración válida de la Eucaristía. En efecto, « en el servicio eclesial del ministerio ordenado es Cristo mismo quien está presente en su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor ». Ciertamente, el ministro ordenado « actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia y sobre todo cuando ofrece el sacrificio eucarístico ».
(Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis).


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