domingo, 13 de septiembre de 2009

Hay que reflexionar

Desobediencia sistemática a Benedicto XVI y
la protesta dentro de la Iglesia



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Las reacciones negativas que se han escuchado tras el levantamiento de las excomuniones y la liberación de la Misa Tridentina, y que estaban dirigidas contra el papa Benedicto XVI, o más exactamente, contra el cargo magistral del que es responsable, han revelado lo que todos sabían desde hace mucho tiempo pero que nadie se atrevía a decir: hay, en diversos puestos de la Iglesia, dentro de la Iglesia, fieles que se dicen católicos pero que piensan y reaccionan exactamente igual que los protestantes.
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Estos fieles son católicos "liberales" que lo que menos desean es que se les moleste en la religión "soft" (blanda) que se han fabricado. Por lo tanto, están dispuestos a protestar contra cualquier pastor – y, en primer lugar, el Papa – que venga a recordarles que la fidelidad a Cristo no se construye a partir de un Evangelio libremente interpretado y que la celebración de la fe no se configura a la manera de un patchwork, fabricado con gestos y palabras seleccionados desde el fondo de su subjetividad.
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Estos católicos liberales se comportan con los que les podrían molestar en la cómoda religión que se han fabricado, exactamente como el "hermano mayor" de la parábola del "hijo pródigo". Y, a veces, incluso peor. Porque no se limitan a mascullar: lo que realmente desearían sería poder mandar de vuelta al benjamín –el que molesta- con sus cerdos.
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En efecto, en vez de aportar al Papa Benedicto XVI, en la alegría y la oración, el apoyo que necesitaría en sus esfuerzos a favor de la unidad en la fe recibida de los Apóstoles, los liberales acusan a su "padre" de no entender nada, y tiran piedras contra los que ellos consideran unos aguafiestas: los miembros de la Fraternidad S. Pío X, por supuesto, pero también los obispos nombrados por el papa y que son más rigurosos bajo el punto de vista de la doctrina, habiendo constatado por ellos mismos que la dejadez de estos últimos 40 años lo único que había conseguido era vaciar las iglesias.
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Por lo tanto, la situación actual es grotesca y contradictoria: los liberales se valen del Concilio y reprochan a los miembros de la Fraternidad de S. Pío X no haberlo aceptado. Reprochan a los fieles tradicionalistas por su desobediencia. Así mismo, reprochan a los obispos recientemente nombrados por el Papa, el querer liquidar los logros del Concilio. Pero, estos católicos liberales, ¿qué es lo que hacen? ¿Acaso no son ellos los primeros en rechazar numerosos puntos del Concilio? ¿No son ellos los primeros en dar un mal ejemplo de desobediencia sistemática y de protesta dentro de la Iglesia?¿Cómo podría un Papa, sea el que sea, confiar en las Iglesias locales, tanto diocesanas como las simplemente parroquiales, que cultivan la desobediencia desde hace años, a fuerza de haberse visto infiltradas por los liberales?Actualmente, cuando el Papa nombra un obispo que no es del gusto de todos, ¿acaso los primeros en levantar la voz no son los que, en los debates sobre temas importantes de fe, denuncian las posiciones de la Iglesia? Es evidente que no aceptarían un obispo cuya misión es, justamente, defender la fe de la Iglesia y cuya comunión con el Soberano Pontífice no debe ofrecer ni la sombra de una duda. Pues un obispo así solo puede molestarles, ya que les recuerda que la fidelidad al Evangelio no es forzosamente una forma de placer que se celebra dando vueltas alrededor de un altar.
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Por lo tanto hay un abismo que llenar. Este abismo, que con el tiempo se ha ido haciendo cada vez más profundo, distancia a los fieles liberales que ya no están de acuerdo con la Iglesia en una serie de temas, que ni siquiera consideran que pueda ser necesario tal acuerdo, que no dejan pasar ni una ocasión de recordar, en voz bien alta, lo cara que es a sus ojos la virtud de la tolerancia… pero que no toleran las enseñanzas de aquellos que están encargados de guiar al pueblo de Dios.
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Los acontecimientos de estas últimas semanas, que han hecho correr ríos de tinta, habrán conseguido, sin embargo, un hecho indiscutible: habrán desvelado los pensamientos de un gran número de fieles, tanto religiosos como laicos, que han acabado por comportarse como lobos en un aprisco. La Iglesia solamente podrá salir engrandecida y fortalecida de esta sacudida si se plantean y abordan las cuestiones actuales bajo un triple enfoque: el del arrepentimiento, el de la conversión y el de la fidelidad.
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Arrepentimiento, conversión y fidelidad tanto para los obispos que, después del Concilio, han descuidado su misión de vigilantes, como para los miembros de la Fraternidad de San Pío X, que se han ido con tanto orgullo como los liberales, tentados a hacer su "iglesita".
En una solución de futuro elaborada sobre una base auténticamente cristiana, no podrá haber ni vencedores ni vencidos, sino solamente felices ganadores unidos alrededor del único Señor y congregados en su única Iglesia.

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